jueves, 22 de diciembre de 2011

Rústico compendio (I)























Ocho años fondeado en este cabo de tierra
desde que un palomar arrumbado de desidia
atrajera mi curiosidad inquieta
y un paisaje amable me mostrara las escalas
ciertas de las que están hechas las colinas,
los árboles, los arroyos y las cebadas,
la consistencia del agua cuando es lluvia,
cuando es nieve o se hace escarcha,
la del sol cuando es sombra y solana
y el aroma profundo del tempero
cuando se cierne el crepúsculo sereno.

Llegué entonces a una casa
devastada y asolada
tras el paso de otras vidas cercenadas,
limpié y blanqueé sus paredes,
planté ruda a la entrada
junto a otros vistosos planteles;
con mis manos y otras amigas
más diestras y apañadas
la convertí en hogar y morada
de mis vidas más amadas;
aquí he visto crecer a mi hija
y he dado a mis libros cobijo
para viajar atento entre sus acertijos.

Lo que antes fuera un barbecho
abandonado y yermo,
hoy es jardín con dos pinos inhiestos
de piñones repletos,
y hasta tengo también construida
una alberca de agua fresca y cristalina
para aliviar las tórridas penurias
de la temperatura
y de la ardiente calima,
al tiempo que excitar la catadura
de paisanos sedientos de envidia.

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