domingo, 6 de marzo de 2011

B & B

Se fue esta mañana
fría, lluviosa y callada,
el perro que me ladra,
Berta, mi perra del alma.
Y no puedo evitar el desgarro
ni encuentro consuelo
ni alivio para mi corazón,
siendo hoy de un perro su dueño.

Aúllo de dolor su ausencia,
quedan huérfanas mis manos
de caricias y juegos,
alegre tigre sin rabo,
sobre su fino y corto pelo
que a los dos el tiempo
nos pintó de blanco.

Añoro su respirar cercano,
su tozudez animal
siempre ávida y dispuesta
para comer y jugar,
mientras maldigo la ocasión
en la que ponerle ripios
a mi perra muerta.

Han sido Budy y Berta
mis dos ángeles chusqueles,
piterpanes de parques y jaurías,
custodios de lágrimas y placeres,
de sufridos afanes,
de inhóspitos sueños
y humildes amaneceres,
siempre dispuestos a un nuevo día
por el que apostar la vida.

Se nos acabó el camino
por el que juntos,
curiosos diletantes,
vimos la vida pasar,
yo llamando, silbando,
aventando su ímpetu animal,
ellos sin correa ni collar
que frenara el vigor
de sus vidas ya extinguidas.

Y de nuevo mis manos desnudas
se niegan a contener las lágrimas
que lamentan su ausencia;
bañar con ellas quiero
mis recuerdos
y que se apiaden
de los ladrillos de mi corazón.

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